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miércoles, 31 de marzo de 2021

Covid-19 en las mujeres: una de cal y otra de arena

Shutterstock / Solarisys
Matilde Cañelles López; María Mercedes Jiménez Sarmiento, Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB - CSIC) y Nuria Eugenia Campillo, Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB - CSIC)

Que la enfermedad covid-19 trata diferencialmente a hombres y a mujeres está claro. Lo primero que salió a la luz es que morían menos mujeres por covid-19 que hombres. Ahora se está viendo que más mujeres que hombres sufren de “COVID persistente”, una afección en la cual los síntomas duran hasta 10 meses, pudiendo llegar a ser inhabilitante. Aquí analizamos la información existente y posibles explicaciones de ambos efectos.

Más muertes por covid-19 en hombres que en mujeres

Durante estos meses de pandemia se han realizado diferentes estudios sobre el efecto de la covid-19, no sólo por género sino también por edades. La edad es uno de los principales factores de riesgo, como se observó desde el inicio de la pandemia. Se debe principalmente a una inmunidad ya desgastada y una mayor prevalencia de enfermedades crónicas en la población anciana.

El otro factor de heterogeneidad en la mortalidad debido a la covid-19 que se ha derivado de estos estudios es el género, donde existen significativas diferencias en función del sexo, teniendo los hombres un mayor riesgo en comparación con las mujeres. Esto podría tener que ver con las hormonas sexuales, que parecen ser clave para adaptar la respuesta inmune del organismo. Pero también la presencia de otros factores de riesgo como diabetes, hipertensión o enfermedades cardiovasculares, que afectan más a los hombres.

Los hombres, ¿tienen las de perder ante la covid-19?

En agosto del año pasado se publicó en la revista The Lancet un estudio sobre el efecto de la covid-19 tanto por género como por edades en diferentes países como Inglaterra, Gales, Francia, Alemania, Países Bajos, Portugal, Corea y España. En la siguiente figura se recoge la proporción de mortalidad entre hombres y mujeres por rango de edades.

Figura 1. Tasa de mortalidad entre hombres y mujeres por rango de edades. Nuria Campillo (CIB-CSIC)

Se observa que, a partir de los 15 años, los hombres tienen claramente las de perder. En un estudio realizado a partir de datos en todos los países europeos se corrobora esta tendencia. En la figura 2 está representada la tasa de letalidad en mayores de 60 años de hombres frente a mujeres en Europa. Los valores por debajo de la diagonal indican que la tasa de letalidad de los hombres es mayor a la media de todos los países, con la excepción de Chipre y Eslovaquia.

Figura 2. Comparación entre la tasa de letalidad fémina y masculinidad de diferentes países. Figura adaptada de (https://ec.europa.eu/jrc/en/publication/age-gender-and-territory-covid-19-infections-and-fatalities). ECDTESS (May 11, 2020)

Diferente respuesta inmune en hombres y mujeres

Tras investigar exhaustivamente si las diferencias en la respuesta inmune contra el virus pueden estar detrás de estos datos, varios grupos han llegado a conclusiones importantes. En primer lugar, debemos saber muy por encima cómo funciona la respuesta inmune contra un virus. Existen dos tipos de respuesta, la innata y la adaptativa.

Figura 3. Representación de la respuesta inmune innata y adpatativa. Matilde Cañelles (IFS-CSIC)

La respuesta inmune innata es nuestra primera línea de defensa, equivaldría a la guardia de frontera, como vemos en la figura 3. Es un tipo de respuesta no específica que compartimos con seres vivos mucho menos desarrollados, incluso las plantas.

Muchos conatos de infecciones se eliminan directamente con este tipo de defensa. Si no es suficiente, las células del sistema inmunitario innato “hacen sonar la alarma” y acuden al sistema inmunitario adaptativo, que sería el equivalente al ejército. Es decir, un sistema mucho más sofisticado, específico para un patógeno y capaz de guardar memoria de él para el futuro.

Pues bien, se han observado tres datos que pueden explicar las diferencias entre hombres y mujeres frente a covid-19:

  1. El virus SARS-CoV-2 tiene una sorprendente capacidad de pasar desapercibido para el sistema inmunitario innato y colarse hasta zonas del cuerpo muy vulnerables antes de que “suene la alarma”.

  2. El sistema inmunitario adaptativo de los hombres envejece mucho más rápido que el de las mujeres.

  3. Las mujeres tienen un sistema inmunitario adaptativo muy robusto (muchos de cuyos genes se alojan en el cromosoma X).

En efecto, cuando se estudia en detalle la respuesta inmune a covid-19 en mujeres comparando con hombres, se observa que la respuesta adaptativa en mujeres es más completa. Mientras que en hombres, sobre todo a partir de los 65 años, es más potente la innata, llegando en muchos casos a irse de las manos en forma de la llamada “tormenta de citoquinas” que puede acabar con el paciente en la UCI y causar la muerte. Todo esto explicaría el exceso de muertes en hombres que hemos descrito en el punto anterior.

Covid-19 persistente: más frecuente en mujeres que en hombres

La covid-19 persistente aparece cuando uno o más síntomas de la enfermedad persisten en el tiempo, entre 4 semanas y 10 meses después de haber superado la infección. Hasta un 80% de personas padecen uno o más síntomas de manera persistente.

Los síntomas que se mantienen en el tiempo son fatiga crónica (más del 60%), dolor de cabeza (45%), dolor articular, falta de concentración, dificultad en conciliar el sueño, e incluso ansiedad y depresión. Estos son los más destacados en incidencia entre los más de 50 diferentes síntomas descritos.

Al ser una enfermedad multisistémica, la persistencia implica a distintos órganos y afecta a diferentes funciones, por lo que su abordaje y terapia debe ser abarcada por varias especialidades médicas.

Según un estudio de Reino Unido, la covid-19 persistente se presenta más frecuentemente en mujeres que en hombres y no siempre correlaciona con enfermedad severa. Otro estudio publicado recientemente en Nature Medicine encontró que en las mujeres menores de 60 años es dos veces más probable que los síntomas de covid-19 se mantengan durante más de un mes.

Dividiendo por edades, esta proporción se conserva en el segmento 40-50 años, pero aumenta a 8 veces más en el segmento de 50-60 años. Este patrón coincide con el de la prevalencia de enfermedades autoinmunes, con lo que no está excluido que esté relacionado con la respuesta inmune al virus. En la misma dirección, un tercer estudio de un grupo de EEUU encuentra que un 70% de las personas que presentan covid-19 persistente son mujeres.

Sin embargo, en una reciente revisión científica que contempla varios estudios sobre la compleja afectación y sintomatología de la covid-19 persistente, no se desagregan los datos de hombres y mujeres. Nos encontramos de nuevo con la imperiosa necesidad de presentar datos desagregados si queremos evitar sesgos que puedan infravalorar o diluir información necesaria para la obtención de conclusiones válidas.

Todo apunta a que, a efectos clínicos de la covid-19, las mujeres no se van tan de rositas como parecía al principio de la pandemia. Los resultados expuestos acentúan la necesidad de tener en cuenta si se trata de un hombre o una mujer a la hora de diagnosticar y tratar todo tipo de enfermedades, no solo las ginecológicas. Esperemos que este cambio de mentalidad se convierta en una secuela positiva y persistente de la pandemia.The Conversation

Matilde Cañelles López, Investigadora Científica. Ciencia, Tecnología y Sociedad; María Mercedes Jiménez Sarmiento, Científica del CSIC. Bioquímica de Sistemas de la división bacteriana. Comunicadora científica, Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB - CSIC) y Nuria Eugenia Campillo, Científico Titular. Medicinal Chemistry, Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB - CSIC)

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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martes, 30 de marzo de 2021

¿Por qué España va tan despacio en la vacunación Covid-19?

Shutterstock / LanKS
Carmen Álvarez Domínguez, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja

A estas alturas, un 4,9% de los ciudadanos europeos han sido inoculados con dos dosis de vacuna frente a la Covid-19. El porcentaje de España es algo más alto que la media Europea, concretamente de un 5,4%. En Hungría un 6% de la población ya ha recibido una vacunación completa. También en Hungría, el porcentaje de vacunados con una única dosis alcanza un 19,7%, casi el doble que en España (10,8%).

Sin embargo, estos números aún son demasiado bajos si los comparamos con EEUU, donde el porcentaje de vacunación completa es 13,7% de la población total. O con Reino Unido, donde el 54,4% de la población ya ha recibido la primera dosis de la vacuna.

La logística de las vacunas

¿Cuáles son las razones de estas diferencias en las cifras? Para poder responder hay que tener en cuenta qué se necesita para producir, fabricar, envasar, almacenar y distribuir una vacuna.

Lo primero es producir el “biológico” es decir, el antígeno. Eso requiere poner a trabajar farmacéuticas cualificadas en la producción de medicamentos con normas de calidad y criterios de producción en condiciones de esterilidad –lo que se conoce en el argot científico como condiciones GMP–. Este requisito implica tanto a las farmacéuticas originales que han creado el antígeno como a las compañías de apoyo logístico a la producción en otros países.

En España, por ejemplo, son cuatro las que dan este apoyo en la producción del antígeno: Rovi, que fabrica la vacuna de Moderna y se localiza en San Sebastián de los Reyes (Madrid); Insud Pharma, que fabrica los viales de AstraZeneca en Azuqueca de Henares (Guadalajara); Reig Jofre, que producirá la vacuna de Janssen en Barcelona (Cataluña); y Biofabri (Grupo Zendal) que lleva la producción industrial de antígeno de Novavax en O Porriño (Galicia).

¿Que puede bloquear o paralizar la producción? Evidentemente depende del tipo de vacuna, pero las que se encuentran disponibles tienen muchos puntos en común.

Sin ir más lejos, para fabricar las vacunas ARNm de Pfizer y Moderna se necesitan los nanolípidos que recubren y protegen al ácido nucleico, y que se incorporan en la cadena de producción. Eso significa que los nanolípidos son materias primas fundamentales, con EEUU y Reino Unido como principales productores. Cualquier problema de acceso a estos componentes supondría un cuello de botella ya que no hay productores en Europa que pudieran dar apoyo. Las materias primas de AstraZeneca son los propios adenovirus y aquí la materia prima en si, puede no ser un problema pero otros problemas de la producción como el escalado del antígeno o su purificación, pueden causar problemas inesperados que provoquen retrasos en la distribución y por lo tanto en la vacunación.

Hay otro punto conflictivo a tener en cuenta. Una vez producidas las vacunas, deben envasarse, etiquetarse y almacenarse para su distribución. Llegados a ese punto, se necesitan grandes cargamentos de viales de cristal –mayoritariamente producidos en EE UU– y tapones de goma –fabricados sobre todo en Asia–. La escasez de materias primas para la fase de envasado también produciría un tapón que afectaría a la distribución de las vacunas. De hecho ya ha sucedido con las vacunas de AstraZeneca.

Tampoco hay que olvidar que para la vacunación resultan imprescindibles las jeringuillas. En España, la empresa Becton Dickinson es la productora más importante. Y depende de que China le proporcione los plásticos con los que se fabrican.

Teniendo en cuenta que se necesita producir mundialmente 16 000 millones de dosis, tener prevista la demanda de antígenos, viales, jeringuillas, etc. necesarios para vacunar es complicado.

La importancia de un plan B (e incluso un plan C)

A todo esto se le suma otra carencia importante: la falta de un Plan General de Vacunación que incluya un plan A, un plan B e incluso un plan C. De forma que si en un momento dado un tipo de vacuna no está disponible, por ejemplo porque se cuestiona un efecto adverso no previsto, existan vacunas alternativas para no paralizar el ritmo de la vacunación.

Actualmente España y Europa sólo cuentan con las vacunas de Pfizer, Moderna y AstraZeneca. Sin embargo, hay países que han comprado otras vacunas ya disponibles en otros mercados.

Es el caso de Hungría, que manejan también la vacuna rusa Sputnik V –con dos adenovirus no replicativos–, y la vacuna china de la compañía Sinopharm, BBIBP-CorV [https://covid19.trackvaccines.org/vaccines/5/]- con el coravirus inactivado, aprobada su uso en 27 países. Esto explica que este país europeo vaya más rápido que la media del resto de Europa.

Teniendo en cuenta que cuantas más vacunas haya disponibles mejor se podrán atajar los pequeños problemas que afecten al ritmo de vacunación, urge que en Europa se permita poder usar estas dos vacunas ya disponibles en otros mercados. Además de otro par que están a la vuelta de la esquina: la vacuna de Janssen también basada en un adenovirus no replicativo que solo necesita una dosis, ya aprobada por la Agencia Europea del Medicamento (EMA); y la de Novavax, de base proteica pero con una logística más fácil al no necesitar refrigeración.

Inversión en industrias e I+D

De todo lo expuesto hasta ahora podemos extraer tres conclusiones. La primera de ellas es que los países europeos deben invertir en industrias que manejen y generen esas materias primas tan necesarias para la producción y envasado de estas y otras vacunas, y no depender de países terceros.

En segundo lugar, convendría ayudar o incentivar el establecimiento de más empresas biotecnológicas que apoyen en la producción, envasado y logística a las farmacéuticas productoras de vacunas.

La tercera conclusión, no menos importante, es que se requiere más inversión en I+D+i para tener grupos de investigación fuertes que puedan producir vacunas europeas.

Por último, en España solo una compañía biofarmacéutica fabrica, investiga y desarrolla vacunas de uso humano, Biofabri [https://biofabri.es/es/]. Se trata de la empresa que realizará la producción de las vacunas para el SARS-CoV-2 del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, de los grupos de Mariano Esteban, con un virus Ankara que incluye la proteína S de SARS-CoV-2, y Vicente Larraga, con una vacuna de ADN que codifica la proteína S. Muy prometedoras ambas, están a la espera de aprobación por la EMA para empezar los primeros ensayos clínicos.

Parece fundamental que haya más inversión en biofarmacéuticas que se dediquen a la investigación, desarrollo y fabricación de vacunas para uso humano y más inversión en I+D+i en vacunas para distintos organismos publicos y privados de investigación. Estas mejoras nos harán tener más capacidad y velocidad de respuesta ante esta y futuras pandemias.The Conversation

Carmen Álvarez Domínguez, Bioquímica y bióloga molecular, inmunológa, experta en vacunas y profesora de investigación en Procesos Sanitarios en la Facultad de Educación, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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lunes, 29 de marzo de 2021

¿Se avecina otra ola de COVID-19?

Aspecto de la Puerta del Sol de Madrid el 15 de marzo de 2021. Shutterstock / Photo_Traveller
Óscar Zurriaga, Universitat de València

Ahora que se teme el advenimiento de una nueva ola de COVID-19, hay que decir que lo peor es, sobre todo, que ese temor impida tomar las decisiones adecuadas. No debemos acrecentarla en nuestros temores, pero tampoco minusvalorar la situación.

¿Cuál es la situación?

Se habla de la “cuarta” ola sin que un análisis preciso nos permita saber cuántas olas ha habido en realidad. Y sin considerar que, dependiendo de la unidad territorial utilizada, la numeración de la ola puede variar.

Si nos referimos a lo observado en España a nivel nacional, y utilizando como medida la incidencia acumulada a 14 días (IA14), podemos contar como reconocibles las siguientes:

  1. La primera, que afectó de marzo a mayo de 2020.

  2. La segunda, de julio a noviembre de 2020.

  3. La tercera, desde diciembre de 2020 a febrero de 2021.

Pero dentro de ellas podrían hacerse matizaciones. Muchas. Porque no han sido los mismos los criterios utilizados para definir casos, o la disponibilidad y utilización de las pruebas diagnósticas, ni la afectación en mortalidad o en ingresos hospitalarios.

Como tampoco han sido iguales las pendientes de la curva de IA14, ni la gravedad en términos de fallecimientos. Ni la caída de la incidencia entre olas, ya que sólo en el mes de junio de 2020 los valores podrían considerarse aceptables.

En la actualidad la, llamémosle, tercera ola ha caído con bastante rapidez, pero sin llegar a “tocar suelo”. A nivel nacional no se ha alcanzado siquiera un valor de 120 casos por 100 000 habitantes en IA14. Y se está viendo, en los últimos días, un cambio de tendencia.

Pero la situación no es igual en todas las comunidades autónomas. Mientras unas cuantas mantienen valores muy por debajo de estas cifras (Comunitat Valenciana, Baleares, Murcia), otras se han mantenido en todo momento muy por encima (Madrid, Ceuta y Melilla). Lo que es peor, en algunas se ha quebrado absolutamente la tendencia, y están comenzando a subir (Navarra y País Vasco).

Pero hay más. En algunos países europeos, cercanos y vinculados con España (Francia e Italia principalmente), la situación es peor y en otros (Alemania), sencillamente, no es mejor.

Por otra parte, la vacunación en España está todavía lejos de proteger a una proporción importante de la población. En este momento hay 2.505.842 personas con la pauta completa. Esto representa el 5,3% de la población. Aunque es importante resaltar que el 90% de las personas institucionalizadas en España ya están completamente protegidas por la vacuna.

¿Y cuáles son los riesgos?

  • El número de personas susceptibles. Sumando a la población completamente vacunada la que ha resultado infectada en el transcurso de la pandemia (3.255.324) tenemos al 12,2% de los habitantes. Dado que el estudio ENE-COVID en la última ronda publicada, la cuarta, cifró en un 9,9% la población con anticuerpos IgG, y que esto corresponde a un momento anterior a la tercera ola, puede considerarse que las personas con anticuerpos superarán en la actualidad esta cifra ampliamente. Con todo, el número de personas susceptibles en España es todavía muy elevado: muchas personas pueden aún ser afectadas por el virus.

  • Las variantes del virus. La diseminación de la variante B.1.1.7, la británica, es amplia (más del 50% en la mayoría de las comunidades autónomas y en algunas representa más de 70% del total de casos) y ha aumentado con rapidez en las últimas semanas. Esta variante se relaciona con un aumento de transmisibilidad y podría dar lugar a un incremento de la letalidad.

  • El incremento de movilidad debido a las fiestas. Comienza la semana santa y, pese a los cierres perimetrales de las comunidades autónomas, la movilidad puede incrementarse. Y también puede hacerlo desde países con peor situación que España.

  • La presiones económicas y la fatiga pandémica. Las medidas necesarias para contener al virus generan, en ocasiones, rechazo y su cumplimiento puede verse comprometido, máxime cuando, en algunos casos, las autoridades las aceptan a regañadientes. La afectación económica que las medidas tienen en muchos sectores de la economía ocasiona presiones sobre los decisores del ámbito político, que tratan de aliviar este impacto. A veces, siendo renuentes o más permisivos en su adopción o en la vigilancia de su cumplimiento. E incurriendo en ocasiones en contradicciones e incoherencias que desconciertan a la población.

  • La saturación del sistema de salud. Pese a la mejora, todos los niveles del sistema (primaria, hospitales, salud pública) siguen presionados y tensionados. Y agotados tras un año sin parar.

La responsabilidad de la sociedad organizada

Todavía es posible evitar que el efecto de esta ola sea tan terrible como lo fue el de la anterior. Para ello debe solicitarse a toda la sociedad, autoridades y ciudadanía, que no se caiga en un optimismo infundado.

Hay que seguir haciendo, como ha hecho la Sociedad Española de Epidemiología, llamamientos para adoptar las medidas que se requieran según evolucione la situación y a maximizar el cumplimiento y respeto de estas, y a limitar la movilidad lo máximo posible. Es responsabilidad de todos porque afecta a toda la sociedad.

Y también debe contemplarse que la adopción, o el refuerzo de medidas cuando sea necesario, se haga con criterios de equidad, contemplando todos los escenarios y apoyando, de verdad, a las personas y sectores que están resultando más afectados. Nadie puede considerase a salvo si no se piensa en toda la sociedad, local y global.

Estamos mejor preparados, pero lo podemos hacer mejor. La vacunación podrá aliviar los efectos más graves que se han visto en anteriores olas. Pero no será suficiente si no hay cooperación de la sociedad en su conjunto.The Conversation

Óscar Zurriaga, Profesor Titular. Dpto. de Medicina Preventiva y Salud Pública (UV). Serv. Estudios Epidemiológicos y Estadist. Sanit. (Generalitat Valenciana). Unid. Mixta Investigación Enfermedades Raras FISABIO-UVEG. CIBER Epidemiología y Salud Pública, Universitat de València

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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