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domingo, 28 de febrero de 2021

Menos frecuentes pero igual de importantes: ¿Qué son las enfermedades raras?

Shutterstock / Palto
Clara Cavero Carbonell, Fisabio y Óscar Zurriaga, Universitat de València

Hay días poco frecuentes. El 28 de febrero es el paradigma: solo lo vemos en el calendario cada cuatro años. Por eso fue elegido para conmemorar el Día Mundial de las Enfermedades Raras (los años no bisiestos se hace el día 28). Un día raro para unas enfermedades poco frecuentes.

¿Qué son las enfermedades raras?

Las enfermedades raras son un grupo de enfermedades heterogéneas con un pronóstico muy variable que, normalmente, implican peligro de muerte o de discapacidad crónica.

Su principal característica común es la baja prevalencia (proporción de la población que tiene una enfermedad en un momento específico en el tiempo). No obstante, no existe un consenso en todos los países en cuanto a qué cifra define a las enfermedades raras. Por ejemplo, en Estados Unidos la prevalencia de una enfermedad rara se fija en menos de 200 000 casos en todo el país, en Japón la definición de prevalencia se fija en 1 o menos casos por cada 2 500 individuos, mientras que en la Unión Europea el umbral establecido es de 5 personas afectadas por cada 10 000 individuos. A ello se le añaden otras características, como la gravedad y la calidad de vida.

Tampoco el número total de trastornos considerados como enfermedad rara está establecido de manera definitiva, ni lo estará. Lejos de considerar esto como un aspecto negativo, hay que tener en cuenta que la propia evolución de la ciencia permite disponer de más recursos y nuevos conocimientos que identifican y caracterizan mejor y con más detalle estas enfermedades. Y eso repercute directamente en el manejo clínico de las personas afectadas y en el establecimiento de medidas que prevengan o eviten algunas de estas enfermedades en el futuro.

De momento, se acepta que existe un rango estimado de entre 5 000 y 8 000 enfermedades raras. Aunque algunos informes elevan esta cifra a más de 10 000.

Los números de la rareza

Las cifras siempre son importantes, y cuando algo es poco frecuente aún lo son más. Pero es que, a veces, los números producen extraños y sorprendentes fenómenos. Así, se ha definido la paradoja de la rareza. Que no quiere decir otra cosa que, aunque cada enfermedad rara pueda ser muy poco frecuente, en conjunto, sumando a todas las personas afectadas por ellas, la cifra que resulta no es tan pequeña.

Entonces ¿se sabe cuántas personas hay afectadas por las enfermedades raras? Sabemos que son muchas más de las que parecen. Pero el cálculo exacto es complejo: sólo se dispone de estimaciones globales del número de personas afectadas y de la proporción que representan sobre el total de la población. Estimaciones, por cierto, que han sido cuestionadas por no poderse establecer, de una manera fidedigna, su origen.

Los datos reales de las enfermedades raras

Desde luego no sabemos todo lo que quisiéramos, pero sabemos, al menos, lo que desconocemos. Y ese siempre es el primer paso.

Para avanzar más en el conocimiento, en la Unión Europea, y en sus diferentes estados miembros, se han puesto en marcha diferentes iniciativas. En España se concretaron, en 2009, en la Estrategia en Enfermedades Raras del Sistema Nacional de Salud, que fue actualizada en 2014. En ella se plantea una línea estratégica centrada en “Información sobre Enfermedades Raras”.

Antes ya se habían llevado a cabo proyectos importantes en esta materia como REpIER (Red Epidemiológica de Investigación sobre Enfermedades Raras) y Spain-RDR (Spain Rare Diseases Registries Research Network). Ambos proyectos permitieron aglutinar los esfuerzos de todas las comunidades autónomas y grupos de investigación, sirviendo de base para la creación de los registros y Sistemas de Información de Enfermedades Raras (SIER) autonómicos. Todo ello finalmente confluyó en la creación del Registro Estatal de Enfermedades Raras (ReeR). Todos ellos siguen el mismo manual de procedimientos y criterios de calidad.

Actualmente, el ReeR vigila de manera sistemática las siguientes enfermedades raras: esclerosis lateral amiotrófica (ELA), fibrosis quística, enfermedad de Huntington, hemofilia A, displasia renal, síndrome de Marfan, complejo esclerosis tuberosa, fenilcetonuria, enfermedad de Wilson, enfermedad de Good-pasture, distrófia miotónica de Steinert, osteogénesis imperfecta, telangiectasia hemorrágica hereditaria, ataxia de Friedrich, síndrome de Prader-Willi, atrofia muscular espinal, síndrome de X frágil, síndrome de Angelman, enfermedad de Fabry, enfermedad de Gaucher, enfermedad de Niemann-Pick y síndrome de Beckwith-Wiedemann.

Además, el ReeR pretende aumentar el número de enfermedades raras vigiladas.

Las anomalías congénitas

Si hablamos de enfermedades raras no podemos olvidar mencionar las Anomalías Congénitas. Se trata de enfermedades genéticas que, en su mayoría, cumplen el criterio de prevalencia establecido en la Unión Europea y son unas de las principales causas de abortos espontáneos, de mortalidad perinatal y de mortalidad infantil.

En Europa, afortunadamente, contamos con EUROCAT, la Red Europea de registros poblacionales para la vigilancia epidemiológica de las anomalías congénitas. Esta red proporciona información poblacional sobre su frecuencia, permite identificar exposiciones a teratógenos, sirve de base para la investigación y ofrece información para la planificación y evaluación de servicios de salud. Actualmente los miembros españoles de pleno derecho son los registros poblacionales de anomalías congénitas de País Vasco, Navarra y Comunitat Valenciana. Y es miembro asociado el Estudio Colaborativo Español de Malformaciones Congénitas.

Los pacientes cuentan y mucho

El papel de las asociaciones de pacientes y familiares es muy importante. Hay muchas, pero sin duda la que aúna un mayor número de asociaciones es FEDER (Federación Española de Enfermedades Raras). El apoyo y altavoz que proporcionan a las personas afectadas y a su entorno es innegable e imprescindible para complementar la atención sanitaria que reciben.

En definitiva, la colaboración entre asociaciones de pacientes, servicios asistenciales, administraciones públicas y organismos de investigación, entre otros, es fundamental para mejorar la atención sociosanitaria y calidad de vida de las personas afectadas y sus familias. Y en esa línea trabajamos continuamente.The Conversation

Clara Cavero Carbonell, Unidad Mixta de Investigación en Enfermedades Raras FISABIO-UVEG, Fisabio y Óscar Zurriaga, Profesor Titular. Dpto. de Medicina Preventiva y Salud Pública (UV). Serv. Estudios Epidemiológicos y Estadist. Sanit. (Generalitat Valenciana). Unid. Mixta Investigación Enfermedades Raras FISABIO-UVEG. CIBER Epidemiología y Salud Pública, Universitat de València

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

viernes, 26 de febrero de 2021

¿Podemos contraer covid-19 a través de los ojos?

Shutterstock / Mikhaylovskiy
Cristina Peris Martínez, Fisabio

El primer médico que falleció en el mundo por la covid 19 fue el oftalmólogo chino Li Wenliang: desde sus inicios, esta especialidad médica ha estado muy ligada a la pandemia. Aunque la vía de contagio principal de la covid-19 es la respiratoria, también puede ser transmitida por fómites mediante el contacto humano a través de las manos y de superficies contaminadas.

Menos conocida es la carga viral presente en la lágrima humana, así como en las células corneales y de la mucosa conjuntival. El mecanismo de entrada de los coronavirus en las células se produce mediante el receptor de la enzima convertidora de la angiotensina 2 (ACE2). Este receptor para los coronavirus y el SARS-CoV-2 también está presente en las células oculares, y esta es la razón de que estos pacientes también puedan tener manifestaciones oculares.

Por ello, la transmisión del SARS-CoV-2 a través de la superficie ocular y la lágrima es factible. Los aerosoles infectados por el virus entran en contacto con la superficie ocular y, posteriormente, al sistema respiratorio a través del conducto. Anatómicamente, la mucosa conjuntival (ojo) y la mucosa respiratoria están conectadas a través de este conducto.

¿Cuáles son las manifestaciones oculares de la covid-19?

El SARS-CoV-2 está causando un gran impacto en todo el mundo y sus manifestaciones clínicas todavía no son del todo entendidas.

La mayor parte de las investigaciones clínicas se han centrado en las manifestaciones respiratorias. Sin embargo, hay un creciente número de evidencias de manifestaciones oculares.

Unas producidas por el propio virus y otras derivadas de la pandemia, bien por cambios en los hábitos de vida o bien derivadas del elevado tiempo de permanencia de los pacientes en las unidades de cuidados intensivos (UCI), donde pueden llegar a estar de 3 a 6 semanas con ventilación asistida y en decúbito prono.

En este sentido se han descrito casos de edema de papila bilateral del disco óptico y hemorragias retinianas que pueden estar asociadas con un estado de hipercoagulabilidad. También un aumento de la presión intraocular debido al edema periorbitario por la compresión directa del ojo y la órbita (síndrome de compartimentalización orbitaria) debido a largos periodos en decúbito prono (16 horas diarias).

Por otro lado, los largos periodos de confinamiento y uso de mascarilla obligatorio han supuesto un aumento en la incidencia de ojo seco y otras enfermedades de la superficie ocular.

Las manifestaciones oculares producidas por el propio SARS-CoV-2 publicadas son muy variables e incluyen conjuntivitis, epiescleritis, ojo seco, sensación de cuerpo extraño, picazón, desenfoque de la visión, conjuntivitis y fotofobia.

La más frecuente en la conjuntivitis o inflamación de la mucosa conjuntival, que incluso puede presentarse como un signo temprano para el diagnóstico de covid-19. El periodo de incubación del virus oscila entre 5 y 14 días. Puede ocurrir de forma aislada, como pródromo de la infección respiratoria e, incluso, aparecer tras el comienzo de la clínica sistémica. El tiempo de evolución de la clínica ocular también es variable. La prevalencia de la infección ocular es muy baja (0,8-9,4%, dependiendo de series). En un metaanálisis concluyeron que la conjuntivitis puede estar asociada a una forma más grave de enfermedad.

Además de la afectación de la superficie ocular, se han descrito casos de parálisis de los de los nervios que se encargan de inervar los músculos de los movimientos oculares. También están apareciendo casos aislados de neuritis óptica. Además de en la córnea, también se ha detectado ARN viral del SARS-CoV-2 en la retina de pacientes con covid-19 fallecidos.

Mediante tomografía de coherencia óptica y exploración del fondo de ojo, se han observado lesiones hiperreflectantes a nivel de células ganglionares y capas plexiformes, así como sutiles manchas algodonosas y microhemorragias a lo largo de la arcada retiniana posiblemente relacionadas con la covid-19. A pesar de todo, el debate continúa.

¿Qué podemos hacer para evitarlo?

Algunas publicaciones han puesto de manifiesto que los ojos (la mucosa conjuntival) son una puerta de entrada del virus en el cuerpo y una fuente potencial de contagio.

Aunque se haya aislado el virus en secreciones lagrimales de pacientes sin conjuntivitis, el riesgo de transmisión por vía ocular en estos sujetos parece despreciable, ya que la carga viral es mucho menor que en la mucosa respiratoria.

A pesar de estar en estado de pandemia desde hace ya más de 10 meses, no conocemos con exactitud el comportamiento de la infección. Pero es necesario ser muy prudentes. En este sentido, es fundamental el lavado de manos continuo y evitar tocarnos y frotarnos los ojos. Esta medida es especialmente importante en usuarios de lentes de contacto (el lavado y secado de manos escrupuloso antes y después del uso de las lentes de contacto).

En la práctica clínica, además, los médicos oftalmólogos empleamos en las consultas gafas protectoras, pantallas en las lámparas de hendidura y uso de medicación tópica en unidosis.The Conversation

Cristina Peris Martínez, Directora Médico, Oftalmología Médica, Fisabio

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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jueves, 25 de febrero de 2021

Impacto psicológico de la covid-19 en profesionales en primera línea

Shutterstock / Maridav
Alba Pérez González, UOC - Universitat Oberta de Catalunya

El impacto a nivel emocional de la covid-19 en los profesionales sanitarios que trabajan en primera línea es innegable. Los estudios realizados señalan un mayor riesgo de malestar emocional. Más concretamente, indican el desarrollo de síntomas y manifestaciones de estrés, ansiedad, estado de ánimo bajo y traumatización secundaria.

Todavía es pronto para determinar consecuencias a largo plazo a nivel de salud mental. Esto es así porque se desconoce realmente cuál puede ser el impacto real, teniendo en cuenta que la pandemia no ha terminado. No obstante, se estima que su repercusión puede ser similar a la que se produce ante situaciones de catástrofes.

Es decir, se espera que la mayoría de los profesionales puedan presentar reacciones de estrés, especialmente en los momentos más agudos de la pandemia o aquellos que generen mayor sobrecarga. También se prevé que hasta un 20 % de ellos se vea afectado y que desarrollen algún tipo de trastorno psicológico (de tipo ansioso, depresivo o traumático).

No obstante, la mayoría se recuperará en un plazo aproximado de unos seis meses y cerca de un 5 % podría llegar a tener una afectación más allá de este periodo. Una vez más, ello demuestra la capacidad de adaptación que tenemos como especie.

¿Quién se verá más afectado?

Tal como señalan algunos estudios, el perfil de profesionales que presentan un mayor riesgo en su salud mental es, en primer lugar, el de los trabajadores que atienden en primera línea a pacientes covid-19 (fase de emergencia o posteriores), por su exposición a las peores consecuencias de la pandemia.

También, los profesionales más jóvenes (de 18 a 29 años), aquellos con poca experiencia y los de menor formación. Debido a que pueden tener una percepción de baja autoeficacia.

Por otro lado, tienen un riesgo elevado aquellos que tienen antecedentes psicológicos previos, lo que supone cierta vulnerabilidad, al igual que aquellos a los que les ha afectado directamente una cuarentena o aislamiento.

Por último, los sanitarios que dispongan de menos recursos de apoyo sociales e individuales también corren un riesgo elevado.

Razones de la afectación emocional

Según las observaciones de la autora del artículo, basadas en su experiencia profesional como psicóloga de emergencias, algunas de las razones o factores que pueden estar en la base de este mayor riesgo para los profesionales sanitarios están relacionados con la carga o sobrecarga asistencial. Puede ser, bien cuantitativa (colapso de las UCI y resto de servicios), o bien cualitativa (falta de preparación y formación para una situación extrema como esta, lo que puede conllevar en ocasiones percepción de falta de competencia profesional).

En relación con lo anterior, algunos profesionales (medicina, enfermería, auxiliares, etc.) han tenido que abordar un cambio de paradigma respecto a la salud y la enfermedad. La mayor parte de su experiencia profesional se había centrado en intervenciones orientadas a salvar vidas y la curación, y no en abordar una pérdida tras otra. Ello genera, en ocasiones, sentimientos de ineficacia profesional y falta de preparación emocional.

Por otro lado, son importantes también la generalización del temor y el riesgo de contagio a cualquier ámbito más allá del profesional (sentimientos de culpa, responsabilidad y miedo por poner en riesgo a su familia o implicaciones en las relaciones con los demás).

Es decir, se trata de una afectación generalizada en toda la sociedad (que se extiende más allá del ámbito laboral y que afecta también a nivel personal, familiar, comunitario, etc.).

Otro factor importante es la soledad, en relación con la información de que disponen y que otros desconocemos, afectaciones y avances de la enfermedad o de las medidas para abordarla.

Por último, las expectativas propias y ajenas respecto a la función y rol de cuidador repercuten de nuevo en la percepción de estrés sostenido y dificultad para cuidarse. Especialmente, cuando ellos mismos se han contagiado con covid-19, y por un período no han podido seguir desempeñando su función, o ante la posibilidad de pedir ayuda por malestar emocional.

La importancia del apoyo continuado

Según los estudios mencionados, el impacto que todo ello puede tener en la salud mental no se limita a la fase de alarma. Todo lo contrario, los efectos son sostenidos en el tiempo durante toda la crisis derivada por la covid-19. Incluso pueden ir más allá, por lo que deben establecerse mecanismos de ayuda y apoyo a lo largo de todo el período y no solo en momentos críticos.

Precisamente, los periodos que se dan “entre olas”, o interepisodios de la pandemia, permiten una mayor conciencia y un menor nivel de activación. Esto puede favorecer la petición de ayuda, por lo que los apoyos y cuidados a los profesionales deben estar disponibles de forma continuada.

La realidad es que se desconoce realmente cuál puede ser el impacto a largo plazo en la salud mental de los ciudadanos en general y de los profesionales sanitarios en particular.

Todavía no existen precedentes o estudios sobre las consecuencias que conlleva una pandemia mundial de estas características. Se está dando un elevado número de fallecidos, hay un miedo sostenido a un posible contagio propio o a contagiar a familiares, se dan cambios en las rutinas (confinamiento, aislamiento, distancia física, restricción de movimientos y de sistemas de apoyo natural, problemas económicos y sociales derivados, etc.).

Además, la situación de pandemia y, con ello, el estrés asociado a la misma, todavía no ha terminado, de forma que es precipitado aún hablar de consecuencias irreversibles o secuelas en los diferentes colectivos que se están viendo más directamente afectados.The Conversation

Alba Pérez González, Doctora en Psicología Clínica, Profesora lectora de Psicopatología de la UOC, UOC - Universitat Oberta de Catalunya

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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miércoles, 24 de febrero de 2021

Diez buenas noticias sobre el coronavirus (un año después)

Shutterstock / Nitiphonphat
Ignacio López-Goñi, Universidad de Navarra

Hace un año escribí un artículo titulado Diez buenas noticias sobre el coronavirus. El objetivo era mostrar que la ciencia, el conocimiento y la cooperación son fundamentales para luchar contra la pandemia. No sabemos qué ocurrirá en los próximos meses y las nuevas variantes genéticas son motivo de incertidumbre, pero un año después el mensaje es el mismo: los avances de la ciencia nos animan a ser optimistas y a ver el vaso medio lleno.

1. Hay más artículos sobre SARS-CoV-2 y la covid-19 que sobre malaria

Hace un año nos asombrábamos de que en poco más de un mes desde que se notificaran los primeros casos ya hubiera más de 164 artículos científicos en PubMed sobre el nuevo virus y la enfermedad.

Hoy esa cifra se ha multiplicado por más de 600 y ya supera los 100 000 artículos, más que los que aparecen bajo el epígrafe de “malaria”, por ejemplo. Existen registrados más de 4 800 estudios en curso sobre tratamientos y vacunas. Sabemos más sobre el SARS-CoV-2 y la covid-19 que de otras enfermedades que llevamos lustros estudiando.

2. Más de 200 nuevas vacunas

Hace un año se destacaba que hubiera ocho nuevos proyectos sobre vacunas contra el coronavirus SARS-CoV-2. Según el portal bioRENDER ahora son más 195 candidatos, al menos 71 ya en ensayos clínicos. Estos emplean todo tipo de tecnologías: virus vivos atenuados, virus inactivados, subunidades de proteínas, vectores virales recombinantes, partículas similares a virus (VLP), ADN y ARNm.

Jamás se había invertido tanto dinero y había habido tanta colaboración para el desarrollo de vacunas entre entidades públicas, privadas, centros de investigación, universidades, farmacéuticas, empresas y ONG. Algunos proyectos se han abandonado, pero otros ya están autorizadas por la OMS: Pfizer/BioNTech y Moderna con tecnología ARNm, AstraZeneca/Oxford y Sputnik V con tecnología de adenovirus recombinantes y la china Sinopharma, con coronavirus inactivos.

Al menos otras 20 vacunas están ya en ensayos clínicos de fase III y en los próximas semanas y meses podrán ser aprobadas, si los resultados son satisfactorios.

3. Las vacunas de ARNm son muy seguras

Uno de los posibles efectos graves de las vacunas es la anafilaxis, una reacción alérgica que puede llegar a ser mortal y que ocurre normalmente al poco tiempo de administrar la vacuna.

Se han analizado datos del primer mes de vacunación en EE. UU., donde se han administrado más de 17,5 millones de dosis (exactamente 9 943 247 de la vacuna de Pfizer/BioNTech y 7 581 429 de la de Moderna).

El Sistema para Reportar Reacciones Adversas a las Vacunas (VAERS, por sus siglas en inglés) ha registrado solo 66 casos de anafilaxia (47 con la vacuna de Pfizer/BioNTech y 19 con la de Moderna). Esto supone menos de 4 casos por millón de dosis o el 0,0003 % de todas las dosis analizadas. Veintiuno (el 32 %) de esos 66 casos había tenido casos previos de anafilaxia por otros motivos. No se ha detectado ningún fallecimiento.

Si se compara con el número de casos de covid-19, las secuelas que deja la enfermedad y el número de fallecimientos, el beneficio que suponen las vacunas supera enormemente los posibles efectos adversos. Todo esto permite afirmar que, de momento, las vacunas de ARNm son muy seguras.

4. Las vacunas son efectivas

Israel es el país que más población tiene ya vacunada. A principios de febrero y desde que comenzó la campaña en diciembre, más de 3,67 millones de israelíes habían recibido la primera dosis de la vacuna de ARNm de Pfizer/BioNTech. Esto representaba cerca del 40 % de la población del país. Más del 28 % había recibido también la segunda dosis. Entre los mayores de 60, más del 80 % había sido vacunado.

Los datos preliminares muestran que la vacunación está siendo efectiva. El número de infecciones está disminuyendo de forma significativa, especialmente entre las personas mayores de 60. En este grupo de edad, ha habido un 56 % menos de infecciones y un 42 % menos de hospitalizaciones y un 35 % menos de fallecimientos por covid-19 después de la segunda dosis.

Los resultados con las dos dosis son excelentes: de los 523 000 israelíes vacunados con dos dosis solo hay 544 casos de covid-19, tan solo 4 casos de covid-19 grave y cero fallecimientos. Estos datos confirman los obtenidos en los ensayos clínicos previos.

Pero no hay que irse hasta Israel. En Asturias el pasado día 15 de febrero se había sobrepasado la cifra de 2 000 personas fallecidas por covid-19 desde el inicio de la pandemia. Entre ellas, había una gran proporción de personas con domicilio en residencias de mayores, donde el impacto ha sido considerable. Sin embargo, en estos momentos la situación comienza a estar relativamente controlada gracias a los esfuerzos vacunales dirigidos específicamente a las personas residentes y trabajadores que los atienden.

El efecto de la vacuna queda de manifiesto al comparar la mortalidad entre personas mayores con domicilio en residencias (casi todas vacunadas), en las que desciende bruscamente, y el número de fallecidos en personas con domicilio fuera de ellas (no vacunadas), entre las que aumenta considerablemente.

Además, se acaban publicar los resultados de un estudio preliminar en Inglaterra en el que demuestran que la vacuna de ARNm de Pfizer/BioNTech es efectiva para prevenir la infección en adultos sintomáticos y asintomáticos, incluso contra la variante “británica” B1.1.7.

5. La confianza en las vacunas aumenta

Después de más de 160 millones de dosis de vacunas frente a la covid-19 administradas, la confianza de la población en las vacunas va en aumento. Por ejemplo, se ha realizado una encuesta a 13 500 personas de quince países de Europa, Asia y Australia entre noviembre del 2020 y enero de 2021. En el mes de noviembre, antes de que los países comenzaran a aprobar las vacunas, solo cerca del 40 % de los encuestados se pondrían la vacuna contra la covid-19 y más del 50 % estaban preocupados por los posibles efectos secundarios.

Para el mes de enero, más de la mitad se pondría la vacuna y el número de personas preocupadas por los efectos secundarios había disminuido ligeramente.

Reino Unido fue el país en el que más gente se manifestó dispuesta a vacunarse (hasta un 78 % de los encuestados) y en España la proporción de gente dispuesta a vacunarse pasó de un 28 % en noviembre a un 52 % a mediados de enero.

6. La respuesta inmune frente al virus dura al menos ocho meses

Los test serológicos que miden anticuerpos frente al SARS-CoV-2 no reflejan todo el potencial, la duración y la memoria de la respuesta inmune frente al virus. Conocer cuánto dura la respuesta inmune frente al virus es fundamental para determinar la protección frente a las reinfecciones, la gravedad de la enfermedad y la eficacia vacunal.

Se ha comprobado que, aunque hay cierta heterogeneidad en la respuesta según cada individuo, en la mayoría de las personas en las que se ha analizado mantienen una robusta respuesta inmnune humoral (anticuerpos) y celular (linfocitos T), de como mínimo entre 6 y 8 meses después de la infección, independientemente de que sean leves o graves.

7. Nuevos tratamientos frente a los casos más graves

Ya sabemos que la covid-19 es mucho más que una neumonía. Se conoce mucho más de la enfermedad y, aunque no dispongamos de momento, de un antiviral específico que inhiba el virus, hay combinaciones de tratamientos que mejoran mucho el pronóstico y reducen la mortalidad de los casos más graves. Antivirales, antiinflamatorios, anticoagulantes, corticoides, inhibidores de la tormenta de citoquinas y anticuerpos monoclonales son algunos ejemplos.

Existen más de 400 ensayos clínicos en curso en los que se están probando distintos tratamientos y combinaciones. Por ejemplo, según el ensayo clínico internacional Recovery, la combinación de tocilizumab (un anticuerpo monoclonal dirigido contra el receptor de la interleukina-6, aprobado para el tratamiento de la artritis reumatoide) y la dexametasona (un potente glucocorticoide sintético que actúa como antiinflamatorio e inmunosupresor), puede reducir a casi la mitad las muertes en los pacientes más graves con covid-19.

Por otra parte, el tratamiento preventivo con anticoagulantes en pacientes con covid-19 hospitalizados, se asocia con un 30 % menos de mortalidad a 30 días, y sin efectos adversos de sangrado.

8. No hay gripe

Existía una seria preocupación sobre cómo se iba a comportar el solapamiento de SARS-CoV-2 con otros patógenos respiratorios frecuentes en los meses de invierno. No se podía descartar una situación de “tormenta perfecta” en la que coincidieran SARS-CoV-2 con otros virus, como el de la gripe o el respiratorio sincitial, que causan bronquiolitis y neumonías y son responsables de frecuentes hospitalizaciones y muertes en determinados sectores de la población más vulnerable.

Se había sugerido que el riesgo de muerte en personas infectadas por gripe y SARS-CoV-2 de forma simultánea era superior que en aquellas que solo estaban infectadas por el coronavirus, especialmente en mayores de 70 años. La coincidencia de varios virus respiratorios con el SARS-CoV-2 podría haber causado una carnicería en las personas mayores.

La buena noticia es que esta temporada la gripe y otros virus respiratorios han desaparecido, tanto en los meses de junio a agosto en el hemisferio sur como ahora en el hemisferio norte.

No podemos descartar que esto pueda suponer un problema el año que viene (las temporadas en las que la gripe causa mayor mortalidad suelen estar precedidas de temporadas más benignas), pero este año ha supuesto un verdadero alivio a los sistemas sanitarios.

Varias son las causas que pueden explicar este declive de la gripe. Primero conviene recordar que el SARS-CoV-2 y el virus de la gripe son virus muy diferentes.

Es muy probable que el menor periodo de incubación de la gripe, la existencia de inmunidad previa, la intensa campaña de vacunación de este año, las medidas de confinamiento, disminución de viajes, uso de mascarilla, higiene y distanciamiento social hayan tenido un mayor efecto en disminuir la transmisión de este virus. Por el contrario, en la transmisión del coronavirus además influyen mucho más el efecto de los aerosoles, el papel de los superpropagadores y los asintomáticos.

9. Podemos seguir la evolución del virus a tiempo real

El efecto que puedan tener las nuevas variantes genéticas del SARS-CoV-2 en la vacunación y en el transcurso de la pandemia es una incertidumbre. Debido a que los cambios genéticos pueden tener un potencial efecto en cómo se comporte el virus, su análisis y seguimiento es fundamental. La buena noticia es que hoy tenemos la capacidad de seguir la evolución a tiempo real del virus y la aparición de nuevas variantes genéticas.

Hay ya más de 260 000 secuencias del genoma de SARS-CoV-2 disponibles en las bases de datos. Esas secuencias provienen de otros tantos aislamientos obtenidos de muestras humanas desde febrero del año pasado hasta el momento actual. Aunque los cambios de nucleótidos son la primera fuente de variación genética del SARS-CoV-2, también se han detectado inserciones, deleciones e incluso recombinaciones.

Todo esto permite hacer filogenias (relaciones de “parentesco” entre las variantes virales) que pueden emplearse para hacer estimaciones temporales (cuándo surgen nuevas variantes), caracterizar cómo se extiende geográficamente el virus, reconstruir la dinámica epidemiológica dentro de una región y analizar cómo se adaptan a lo largo del tiempo. El análisis de las secuencias del SARS-CoV-2 no tiene precedentes, en la base de datos GISAID (Global Initiative on Sharing Avian Influenza Data) son más de 580 000 datos de secuencias compartidas. Es la primera vez que se está siguiente a tiempo real la evolución de un virus pandémico.

10. La pandemia a nivel mundial decrece

No sabemos cómo se desarrollará la pandemia en los próximos meses. Dada la intensidad que ha tenido hasta ahora es probable que haya nuevas olas, pero quizá de menor intensidad. No sabemos cómo será una posible cuarta ola, ni el efecto que puedan tener las nuevas variantes genéticas que van apareciendo, pero la buena noticia es que a nivel global la pandemia en este momento decrece.

Quizá sea un combinación de varios factores: el virus se comporta de forma estacional, la población va adquiriendo cierta inmunidad de grupo por infección natural o por las vacunas, quizá el virus en ese proceso natural de variación y mutación va derivando a formas menos virulentas y se va adatando a su nuevo huésped.

No lo sabemos a ciencia cierta, pero de momento sigue habiendo motivo para la esperanza.


Una versión de este artículo fue publicada en el blog del autor, microBIO.The Conversation


Ignacio López-Goñi, Catedrático de Microbiología, Universidad de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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