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domingo, 31 de enero de 2021

COVID-19: Así es el entrenamiento que proponen los expertos para recuperar el olfato

Microgen / Shutterstock
Carl Philpott, University of East Anglia

La relación entre la COVID-19 y la alteración de los sentidos del olfato y el gusto se hizo patente en marzo de 2020, cuando la pandemia se desencadenó en todo el mundo. Hasta la fecha, en torno a 100 millones de personas se han contagiado del coronavirus. De ellas, un 60 % ha experimentado disfunciones en el olfato, y un 10 % presenta síntomas persistentes. Esto quiere decir que en torno a seis millones de personas sufren síntomas, y la cifra va en aumento. ¿Qué se puede hacer al respecto?

Históricamente, la pérdida de olfato ha recibido escasa atención en el campo de la medicina, lo que explica que se hayan realizado pocos ensayos clínicos para encontrar tratamientos. En este momento hay un proyecto en marcha para poner remedio a la situación, pero pasará un tiempo hasta que se publiquen sus primeros resultados.

Sin embargo, hace poco, un grupo internacional de expertos (del que formo parte) revisó las evidencias científicas de las que disponemos a día de hoy y tuvo en cuenta las recomendaciones de los especialistas para tratar las disfunciones olfativas provocadas por virus como el SARS-CoV-2. Aplicamos nuestra experiencia colectiva en el tratamiento de este tipo de pacientes, y recientemente hemos publicado un documento de consenso sobre el tratamiento de las alteraciones olfativas que persisten tras la enfermedad.

Hemos consensuado que el mejor tratamiento es el entrenamiento olfativo, y que la aplicación de gotas de vitamina A es otra opción a tener en cuenta. También creemos que los esteroides, a pesar de que no tienen un papel directo en el tratamiento de la enfermedad, pueden ayudar a evitar complicaciones que, como la rinitis, pueden bloquear la nariz.

A pesar de que se han considerado otras posibilidades en estudios previos, la mayor parte de ellas aún no se han sometido a la prueba de fuego de la ciencia (un ensayo controlado aleatorizado), lo que hace que no podamos recomendar estos tratamientos con la misma intensidad.

¿Qué es el entrenamiento olfativo?

El entrenamiento olfativo es un tipo de terapia que desde hace algún tiempo utilizan los expertos en desórdenes olfativos, los olfatólogos. Tiene la ventaja de que no provoca efectos secundarios a quienes lo realizan, y además no necesita prescripción médica. Es barato, y se puede realizar fácilmente en casa.

Numerosos estudios realizados a lo largo de la última década sugieren que la exposición breve y repetida a olores puede ayudar a aquellos que han perdido el sentido del olfato. Y esto es especialmente cierto para aquellas personas que lo han perdido como consecuencia de un virus, como por ejemplo el resfriado común, en el que se han probado sus beneficios. Aún no sabemos si esto se puede aplicar a la pérdida de olfato concreta provocada por la COVID-19, aunque en principio no hay razón para pensar lo contrario.

El entrenamiento olfativo, en su formato tradicional, consta de cuatro olores: clavo, rosa, limón y eucalipto. Sin embargo, hay numerosos elementos domésticos que proporcionan un amplio abanico de olores, por lo que los pacientes pueden elegir aquellos que saben que les gustan, o con los que tienen algún tipo de conexión.

Las cáscaras de naranja y limón, la nuez moscada, el clavo, la menta, el eucalipto, el café molido, el coco y la canela son elementos frecuentes que pueden usarse en estos entrenamientos. Una buena guía para aprender la técnica del entrenamiento la podemos encontrar en la web de la ONG Fifth Sense.

Café molido y granos de café.
Elementos cotidianos como el café molido pueden utilizarse para el entrenamiento olfativo. melei5/Shutterstock

El entrenamiento olfativo estimula la regeneración de las neuronas especializadas, lo que ayuda a recuperar la función olfativa. Algunas investigaciones han demostrado que también pueden producir cambios en las áreas cerebrales relacionadas con el sentido del olfato.

Hay estudios más recientes que apuntan a que los cuatro olores que se utilizan en estos entrenamientos deberían cambiarse cada doce semanas. Los resultados de estos estudios demuestran además que este nuevo enfoque hace posible un mayor grado de recuperación del olfato. Por otro lado, existen investigaciones más específicas que han demostrado que los entrenamientos tendrán mejor resultado cuanto más se prolonguen (en número de semanas). Por lo tanto, hay que seguir con ellos aunque no se perciba una mejora inmediata.

En último término, todo el que sufra los síntomas de forma prolongada quizá necesitaría una segunda opinión médica o que le derivasen a un especialista. Esto es especialmente cierto si además se sufren distorsiones olfativas incapacitantes, conocidas como parosmias. Sin embargo, el entrenamiento olfativo es un primer paso fácil y sencillo para iniciar la recuperación.The Conversation

Carl Philpott, Professor of Rhinology and Olfactology, University of East Anglia

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

sábado, 30 de enero de 2021

Israel está vacunando a su población a un ritmo asombroso, pero ¿a qué precio?

Centro de vacunación en Beerseba, Israel, el 25 de enero de 2021. Shutterstock / Olga Mukashev
Aditya Goenka, University of Birmingham

Israel está implementando un programa acelerado de vacunación contra la covid-19, de tal forma que el 48 % de la población (9 millones de personas) recibirá una primera dosis en cinco semanas. El objetivo de las autoridades sanitarias del país es vacunar al 80 % de la población para finales de mayo de 2021.

Pero también se han planteado dudas sobre la forma en que se ha llevado a cabo el plan de vacunaciones. Entonces, ¿qué se puede aprender de la experiencia de Israel?

Acuerdo con Pfizer

El gobierno israelí llegó a un acuerdo con Pfizer para garantizar una distribución exprés de su vacuna a cambio de proporcionar la edad, el sexo y los datos demográficos anónimos de las personas vacunadas. Esto es posible por el hecho de que Israel tiene un sistema de salud universal y cada persona tiene un registro de salud digitalizado.

El país también cuenta con la infraestructura sanitaria y la logística necesarias para entregar las vacunas. Los territorios ocupados, mientras tanto, tienen un sistema de salud diferente.

La evidencia preliminar del reparto de la vacuna nos está dando una idea sobre su efectividad. Después de 14 días, un grupo de personas que había recibido una dosis mostró un 33 % menos de infecciones que un grupo no vacunado. Se trata de un nivel de protección decepcionantemente bajo, aunque el Ministerio de Salud israelí señaló que hay que esperar para conocer el impacto protector definitivo.

Mucho más alentadores son los informes recientes que indican que de 428 000 israelíes que recibieron una segunda dosis de la vacuna solo el 0,014 % contrajo el virus.

Es importante señalar que estos datos son preliminares y no han sido revisados por otros científicos. Necesitaremos más que cifras para comprender adecuadamente la eficacia de esta vacuna.

Problemas de privacidad

Alguna cláusula del acuerdo con Pfizer también ha planteado problemas de privacidad. En una emergencia de salud pública, la recopilación de datos demográficos es esencial para ver qué funciona y qué no.

Pero sigue siendo una cuestión importante saber si los datos individuales deben compartirse, sin consentimiento explícito, con empresas con fines de lucro, especialmente porque la información sobre 140 000 pacientes con covid-19 ya se ha compartido con Shin Bet, la agencia de seguridad de Israel, sin la debida aprobación y autorización.

Coste de las vacunas

Otro aspecto del acuerdo que hay que considerar es el precio de la operación. Los detalles completos no están disponibles, pero los informes sugieren que el acceso prioritario a la vacuna ha tenido un coste más alto que lo que están pagando la Unión Europea y Estados Unidos.

El gobierno de Israel defiende que el precio total pagado por las vacunas es equivalente a lo que cuestan solo dos días de confinamiento y, por lo tanto, vale la pena pagarlo. El pago de la prima puede cambiar la prioridad de entrega dentro de Israel, pero, dado el tamaño del país, no necesariamente afectará al mercado global. Sin embargo, si otros países también comienzan a romper filas, el mercado mundial de vacunas se verá gravemente afectado.

Chart showing COVID vaccine doses per capita.
OurWorldInData

Dado que varios países han realizado suficientes pedidos para vacunar a sus ciudadanos varias veces, otros países, especialmente los de ingresos más bajos, pueden encontrar problemas a la hora de acceder a la cantidad mínima de dosis que necesitan.

En este contexto, si las vacunas deben ir al mejor postor, o distribuirse de acuerdo con criterios éticos para proteger a los más vulnerables, es algo que convendría tener en cuenta.

Los territorios ocupados, relegados

¿Pero qué pasa con las personas que viven en Cisjordania y la Franja de Gaza? Este es quizás el aspecto más controvertido del programa de vacunación. Mientras que los colonos judíos están recibiendo la vacuna, los palestinos en los territorios ocupados, no.

Israel se defiende y señala que esas vacunaciones son responsabilidad de la Autoridad Palestina. Pero según la Cuarta Convención de Ginebra, que cubre el control de epidemias y enfermedades contagiosas, podría decirse que este deber recae sobre Israel como país ocupante.

Es un desafío enorme para la Autoridad Palestina adquirir e implementar las vacunas Pfizer/BioNTech o Moderna dado su coste y la tecnología de almacenamiento en frío que requieren. La Autoridad Palestina ha realizado pedidos de la vacuna rusa Sputnik V, pero actualmente no hay suficiente suministro para un despliegue completo.

Vacunas en clave electoral

También hay una dimensión política interna en la política de vacunas. Israel ha tenido una de las tasas de infección más altas del mundo. Durante la segunda ola de la pandemia, después de las protestas contra la gestión de la pandemia por parte del gobierno, se constituyó un gobierno de unidad nacional en mayo de 2020.

Sin embargo, hubo protestas continuas y el gobierno acabó dimitiendo el 22 de diciembre de 2020. Se han convocado elecciones generales para marzo de 2021. El acuerdo con Pfizer se firmó el 6 de enero de 2021.

Desde una perspectiva de economía política, la responsabilidad de un gobierno es proteger vidas y medios de subsistencia, por lo que los esfuerzos de Israel para acelerar la vacunación son ciertamente dignos de elogio.

Los datos proporcionados a Pfizer son un servicio público para otros países, ya que proporcionarán información sobre la eficacia de la vacuna y ayudarán a realizar evaluaciones más realistas de las estrategias de vacunación.

Mientras esperamos saber más, las lecciones extraídas del ambicioso programa de vacunación de Israel deben equilibrarse con la comprensión de su contexto institucional, político y económico.The Conversation

Aditya Goenka, Professor of Economics, University of Birmingham

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

viernes, 29 de enero de 2021

La colchicina: un fármaco relativamente tóxico publicitado para la covid-19 por una nota de prensa

La colchicina: un fármaco relativamente tóxico publicitado para la covid-19 por una nota de prensa

Shutterstock / Fahroni
Francisco López-Muñoz, Universidad Camilo José Cela y Jose Antonio Guerra Guirao, Universidad Complutense de Madrid

La pasada semana se hizo público un comunicado de prensa por parte de un Instituto vinculado a la Universidad de Montreal (Canadá) en el que se indicaba el positivo efecto terapéutico en pacientes de covid-19 de un clásico fármaco antiinflamatorio: la colchicina. Otros agentes antiinflamatorios, de los denominados esteroideos, como la dexametasona, también han sido evaluados contra el coronavirus.

Esta manera de informar sobre los resultados de la investigación, mediante comunicados de prensa, en vez de mediante artículos científicos publicados en prestigiosas revistas, recuerda al reciente caso acontecido esta semana en España con la plitidepsina, en relación a la banalización de la información técnica por parte de muchos medios de comunicación, con titulares que prometen “esperanza” contra la covid-19.

Con este nuevo comunicado de prensa, la colchicina se suma a medicamentos como el remdesivir, la dexametosana, la hidroxicloroquina, el bamlanivimab, el baricitinib, la melatonina o el lopinavir, entre otros, que se han ensayado con resultados terapéuticos muy dispares. Si bien ninguno muestra una potente acción antiviral frente al SARS-CoV-2 en humanos, pueden ayudar al tratamiento en diferentes casos concretos y mejorar la evolución clínica de algunos pacientes.

La colchicina es un fármaco clásico asociado al tratamiento de los ataques agudos de gota, una enfermedad conocida desde épocas muy remotas, y que se debe a un exceso de los niveles de ácido úrico (hiperuricemia). De hecho, esta enfermedad ya aparece mencionada en el famoso papiro egipcio de Ebers, datado hacia 1550 a.C., un documento que recoge gran parte de los conocimientos de los antiguos egipcios en materia de fisiología humana, patología y terapéutica.

La fuente de la colchicina, la raíz del cólquico (Colchicum autumnale), aparece como remedio terapéutico para el alivio de los dolores y la inflamación de ciertos pacientes ya en las tablillas de barro sumerias de Nippur, fechadas hacia finales del tercer milenio a.C. Pero sería en 1820, cuando los químicos franceses Pierre Joseph Pelletier y Joseph Bienaimé Caventou obtuvieron el principal principio activo analgésico y antiinflamatorio de la raíz de esta planta, al que denominaron colchicina. Hoy, además de para la gota, también se utiliza en la artritis inflamatoria y en ciertos casos de pericarditis.

El mecanismo de acción antiinflamatorio de la colchicina

En la actualidad, la colchicina constituye un tratamiento de segunda línea para las crisis agudas de gota, cuando la administración de otros antiinflamatorios, como los corticoides, está contraindicada o es insuficiente.

Por su capacidad para unirse a la tubulina e interferir en el ensamblaje de los microtúbulos de los fagocitos, la colchicina es una sustancia que inhibe la mitosis, la fagocitosis y la migración leucocitaria tras el depósito de los cristales de urato en las articulaciones. Además, también da lugar a una disminución de la producción de ácido láctico leucocitario. Esto ocasiona una menor génesis de cristales, al reducir el pH ácido.

Aunque el mecanismo de acción antiinflamatorio de la colchicina no está del todo dilucidado, parece que esta sustancia interfiere con varias señales de las cascadas bioquímicas del proceso inflamatorio. El resultado final es que se atenúa la respuesta inflamatoria. En particular, la colchicina inhibe la liberación de la interleucina-1 beta y la expresión de otras citocinas e interleucinas proinflamatorias importantes, como la interleucina-6.

Precisamente estos mecanismos serían los responsables de interferir con el proceso inflamatorio generado por el SARS-CoV-2, la famosa “tormenta de citoquinas”, tal como se muestra en la figura:

Mecanismo de acción antiinflamatorio de la colchicina y su relación con la infección por SARS-CoV-2. Author provided

¿Qué evidencia tiene el uso de la colchicina contra la covid-19?

El comunicado de prensa describe de manera escueta los resultados de un estudio iniciado en marzo del pasado año y suspendido antes de tiempo, con solo el 75 % de pacientes analizados, por sus aparentes buenos resultados.

Este estudio se corresponde con el Colchicine Coronavirus SARS-CoV2 Trial (estudio COLCORONA) del que, en el día de ayer, se hizo público un preprint. Se trata de un ensayo clínico multicéntrico controlado, de fase III, y de diseño aleatorizado y doble-ciego, en el que han participado centros de Canadá, Estados Unidos, España, Sudáfrica, Brasil y Grecia. El objetivo era evaluar la eficacia y seguridad de la colchicina en pacientes adultos diagnosticados de covid-19 y que presentaran, al menos, un criterio de alto riesgo como hipertensión, obesidad, diabetes o alguna patología cardíaca.

De acuerdo con el comunicado de prensa, en este estudio fueron incluidos 4 488 pacientes, parte de los cuales recibieron una dosis de 0,5 mg/día de colchicina, frente a otro grupo de pacientes controlados con placebo, durante 30 días. Según dicho comunicado, el uso de la colchicina en pacientes ambulatorios con covid-19 fue capaz de reducir en un 25 % las hospitalizaciones, en un 50 % la necesidad de ventilación mecánica y en un 44 % las muertes.

Sin embargo, aunque los datos comunicados parecen esperanzadores, estos resultados aun no se han publicado en ninguna revista científica, y el preprint deberá ser evaluado por revisores especialistas. El estudio indica que los beneficios de la colchicina parecen ser más marcados en pacientes con diabetes y en el grupo de hombres, aunque no se obtuvieron diferencias estadísticamente significativas. Además, no se evaluó la evolución de los síntomas persistentes de la covid-19, ni los efectos del tratamiento con clochicina a largo plazo.

Un meta-análisis publicado muy recientemente también sugiere un beneficio, en términos de reducción de la mortalidad, con el tratamiento a base de colchicina en pacientes con covid-19, aunque los autores del mismo inciden en que son precisos más estudios que confirmen y demuestren definitivamente este beneficio.

En este sentido, en España existen, en la actualidad, nueve estudios clínicos autorizados por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) para evaluar la eficacia de la colchicina en el tratamiento de pacientes con covid-19, seis de ellos en los que se evalúa el efecto de la administración sola de la colchicina.

El problema de la toxicidad de la colchicina

El principal problema de la colchicina es su perfil de seguridad, que da lugar a un estrecho margen terapéutico. En 2010, la AEMPS ya emitió una nota informativa tras recibir notificaciones de casos de intoxicación con este fármaco. En ella se indicaba que, debido a dicho margen estrecho, la colchicina es un fármaco muy tóxico.

A dosis bajas (0,5 mg/día), los eventos adversos más comunes observados son de tipo gastrointestinal, como diarrea y náuseas. Así lo muestra el nuevo estudio, con una tasa de diarrea del 13,7 %. También se han observado, en diferentes estudios, otros eventos adversos graves como una mayor incidencia de infección (2,2 % vs. 1,6 % en el grupo placebo) y neumonía (0,9 % vs. 0,4 % en el grupo placebo).

La colchicina está contraindicada en pacientes con patología renal, por el riesgo de acumulación y toxicidad. Su uso junto a otros muchos medicamentos está desaconsejado por el elevado riesgo de interacciones farmacológicas. Es el caso de fármacos que inhiben ciertos enzimas hepáticos (CYP3A4) y los inhibidores de la glicoproteína P. En estas circunstancias, el uso simultáneo puede elevar los niveles plasmáticos de la colchicina, lo que facilita su toxicidad.

A la lista de combinaciones peligrosas hay que añadir algunos antibióticos de uso muy común, como la claritromicina y la eritromicina; antifúngicos, como el ketoconazol, itraconazol, fluconazol; antivirales, como el indinavir, atazanavir, nelfinavir, ritonavir, saquinavir, amprenavir, fosamprenavir; otros fármacos, como el diltiazem, la ciclosporina y el verapamilo; e incluso el zumo de pomelo y otros cítricos amargos. En estos casos hay que proceder con el reajuste de la dosis de colchicina.

En caso de intoxicación o sobredosificación, la dosis letal puede oscilar entre 0,5-0,8 mg/kg de peso y los síntomas pueden tardar horas en manifestarse, por lo que aquellos pacientes que han ingerido una sobredosis de colchicina requieren una inmediata evaluación médica.

Estos cuadros se caracterizan, inicialmente, por la aparición de síntomas gastrointestinales (diarrea, náuseas, vómitos y dolor abdominal), el desarrollo posterior de un fallo multiorgánico, con hipotensión, shock cardiogénico, distrés respiratorio, insuficiencia renal, daño hepático, afectación del sistema nervioso central, hipocalcemia y supresión medular, con una elevada morbimortalidad. Finalmente, en una tercera fase, si el paciente se recupera, pueden aparecer leucocitosis de rebote, estomatitis y caída del cabello.

Hay que ser sumamente cautos

Como ha sucedido en otras ocasiones, la forma de comunicar los resultados de la investigación, máxime en una patología tan mediática como la covid-19, no parece la más adecuada, independientemente de la ausencia de intereses económicos de fondo.

Las evidencias técnicas contrastadas deben proceder de artículos científicos publicados, y por tanto reproducibles, y no de notas de prensa que pretenden conseguir “un minuto de gloria” en los medios. Los comunicados de prensa, para informar a la ciudadanía, deberían siempre ser posteriores a la publicación completa de resultados.

Este tema es sumamente trascendente, porque en los diez meses que llevamos de pandemia se han sucedido los ejemplos de fármacos “muy prometedores” que, finalmente, no han podido demostrar científicamente su eficacia. Los primeros estudios (y, por tanto, las primeras comunicaciones a los medios) se realizaron sin una sólida base científica. Tal es el caso de la hidroxicloroquina, tan enaltecida por dirigentes políticos como Trump y Bolsonaro, o la ivermectina, que se ha usado y sigue usándose ampliamente, a pesar de no haberse contrastado científicamente su eficacia y sus posibles beneficios.

Quemar naves sin seguir un correcto protocolo de comunicación puede ser contraproducente. Sobre todo en un caso tan comprometido como es la colchicina. Incluso los datos más finos que se pueden extractar del preprint, a falta de la decisión de revisores y editores, muestran unas diferencias con placebo, en algunos de los parámetros evaluados, muy estrechas estadísticamente. Esto podría dificultar la incorporación de este medicamento a las guías terapéuticas para el tratamiento de la covid-19.

Al tratarse de un fármaco con casi dos siglos de antigüedad, relativamente utilizado, de consumo por vía oral y con un precio muy bajo, los ciudadanos podrían caer en la tentación de recurrir al mismo, siguiendo los “grandes beneficios” que proclaman algunos titulares de prensa, sin los correspondientes controles facultativos. Esto podría ser un enorme error, de desenlace fatal, debido a la elevada toxicidad del fármaco.

Hay que insistir en evitar la automedicación con colchicina, ser cautos con la información facilitada y esperar a los resultados definitivos de los estudios que están en marcha, adecuadamente publicados en prestigiosas revistas científicas. Es evidente que la situación mundial generada por la pandemia es dramática y que cualquier ayuda terapéutica a los pacientes infectados es siempre bienvenida. La investigación farmacológica está avanzando en este campo de una forma muy importante, incorporando nuevos y clásicos agentes, y tal vez la colchicina tenga también su hueco. Pero en todo ello deben primar siempre los criterios científicos contrastados y, por supuesto, la seguridad de los pacientes.The Conversation

Francisco López-Muñoz, Profesor Titular de Farmacología y Vicerrector de Investigación y Ciencia de la Universidad Camilo José Cela, Universidad Camilo José Cela y Jose Antonio Guerra Guirao, Profesor de Farmacología y Toxicología. Facultad de Farmacia. Universidad Complutense de Madrid., Universidad Complutense de Madrid

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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jueves, 28 de enero de 2021

¿Cómo es posible que la gripe haya casi desaparecido pero el coronavirus siga extendiéndose?


Las medidas de prevención implantadas por los países han hecho que apenas se hayan detectado infecciones por gripe en el mundo. Sin embargo, los casos de covid-19 no paran de aumentar y ya superan la triste cifra de los 100 millones de infectados y 2 millones de fallecidos.
¿Cómo es esto posible si las mascarillas y las medidas de protección deberían servir para los dos virus? ¿Estamos ante una conspiración a nivel mundial para hacernos creer que están aumentando los casos de covid-19 cuando realmente se corresponde con el pico anual de gripe?

Es normal que esta aparente contradicción genere confusión. Es lo que ocurre cuando se intentan comparar dos virus que, aunque parecidos en algunos aspectos, son muy diferentes.

A continuación podemos encontrar algunas de las razones por las que, aunque las medidas de prevención sirven para ambos virus, no afectan a los dos por igual:

1. El virus de la gripe es estacional

El virus de la gripe es un virus estacional cuya incidencia es mayor en los meses de invierno. En otras palabras, es un virus que circula continuamente alrededor del mundo y va saltando de un hemisferio a otro según la estación que corresponda. Por lo general, de diciembre a marzo hay más casos en el hemisferio norte; de junio a septiembre, en el hemisferio sur.

Por ello, la restricción de movilidad entre países y la disminución del número de viajes que hemos visto durante la pandemia ha podido favorecer que disminuya la diseminación del virus de la gripe de un hemisferio a otro.

Sin embargo, al contrario de lo que ocurre con el virus de la gripe, por el momento el virus responsable de la covid-19 no es un virus estacional. En consecuencia no se vería tan afectado por las restricciones de movilidad entre países.

2. Este año se ha vacunado más gente de gripe

La campaña de vacunación frente a la gripe se ha adelantado en 2020 con especial atención a residencias de mayores y sanitarios para evitar que se solape con el coronavirus.

Además, este año se ha vacunado más gente que en años anteriores, por lo que habría más personas inmunes al virus.

3. Los periodos de incubación son diferentes

El periodo de incubación del coronavirus es de entre 2 y 14 (o incluso más) días, un periodo mucho mayor que el de la gripe, que por lo general es de 1 a 4 días. Como consecuencia, si una persona tiene covid-19, podría contagiar a gente por un período más prolongado que si tuviera gripe.

4. El coronavirus es más contagioso

Aunque el virus de la covid-19 y el de la gripe son virus respiratorios que se propagan de modo similar, el coronavirus es más contagioso entre ciertas poblaciones y grupos de edad que el de la gripe.

Por lo general, se estima que el número de personas que se contagiaría a partir de un individuo infectado (número reproductivo básico o R₀) es de 1,3 en el caso de la gripe y de 2 a 2,5 en el caso del coronavirus.

5. La transmisión por aerosoles es fundamental

Los estudios parecen indicar que la transmisión por aerosoles podría jugar un papel muy importante en la transmisión del coronavirus. Los aerosoles son partículas que se producen cuando los humanos respiran, hablan, cantan o ríen (incluso en individuos asintomáticos) y se quedan suspendidas en el aire por más tiempo que otras gotitas más grandes. El principal problema de los aerosoles es que son tan pequeños que pueden permanecer en el aire, alcanzar más de 2 metros y acumularse en altas concentraciones en lugares mal ventilados.

Por otro lado, se considera que la principal fuente de transmisión del virus de la gripe es mediante gotas más grandes, las cuales no llegan muy lejos (unos 2 metros) y caen al suelo relativamente más rápido al ser más pesadas.

Por lo tanto, para contagiarse con el virus de la gripe haría falta estar bastante cerca del individuo infectado, cosa que se evita en gran parte gracias a la distancia de seguridad que tantos países han implementado.

6. El coronavirus genera más superpropagadores

Se ha observado que el coronavirus genera más casos de superpropagadores que el virus de la gripe. Un superpropagador es un paciente que puede transmitir una infección a un gran número de personas en comparación con un paciente medio. Por lo general, las superpropagaciones son eventos que tienen un impacto significativo muy importante en cómo se expande una enfermedad.

Esto significa que el coronavirus puede propagarse rápida y fácilmente a muchísimas personas y provocar la propagación continua entre las personas a medida que el tiempo avanza.

7. Los asintomáticos

La infección por el coronavirus genera una gran cantidad de individuos sin síntomas que, al no saber que están infectados por el virus, siguen haciendo vida normal repartiendo el virus a otras personas –aunque luego los desarrollen–. De hecho, los últimos estudios indican que los individuos sin síntomas serían responsables de más de la mitad de los contagios por el coronavirus.

Es cierto que la infección por el virus de la gripe también produce infecciones asintomáticas pero la principal diferencia es que en estos casos suele suceder por la existencia de una inmunidad previa parcial al virus. Por lo tanto, aunque estos individuos estén infectados y puedan contagiar no lo hacen con la misma intensidad que los que tienen síntomas.

8. La infección por coronavirus podría evitar otras infecciones

La infección por coronavirus podría evitar la infección por otros virus en un fenómeno de interferencia viral. Muy resumidamente, en algunos casos la infección por un virus hace que sea más difícil que esa persona pueda infectarse con otro virus durante un tiempo determinado. Esto suele ocurrir porque en la primera infección se crea un “estado antiviral” que impide otras infecciones.

En resumen, aunque es posible que la pandemia haya afectado a la capacidad diagnóstica de los casos de gripe, la disminución en los casos de gripe es real y tiene una explicación lógica. Por lo tanto, atribuir el aumento de casos de covid-19 a gripes no diagnosticadas o pensar que las mascarillas dejan pasar a unos virus sí y a otros no es demasiado simplista y no refleja la complejidad real de la situación.



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miércoles, 27 de enero de 2021

¿Por qué están apareciendo ahora tantas variantes del SARS-CoV-2?



Desde el inicio de la pandemia de Covid-19 ha sido frecuente escuchar comentarios sobre el temor de que el SARS-CoV-2 mutara hacia una forma más agresiva. En la mente de muchas personas se visualizaba el virus como un ente capaz de tomar decisiones para asegurarse su permanencia entre nosotros.

La realidad es que los virus no deciden nada. Simplemente, cuando infectan una célula, de forma casi automática, comienzan a multiplicarse, algo que incluye la copia de su información genética. Durante el proceso de copia es frecuente que aparezcan errores, que, si bien muchas veces no tienen ningún efecto, en ocasiones producen cambios en alguno de los aminoácidos que componen las proteínas del virus. Como consecuencia, la estructura tridimensional de estas macromoléculas se puede ver alterada, y con ella las propiedades del virus.

Más variantes del SARS-CoV-2 que nunca

Si los virus mutan continuamente, ¿por qué es ahora cuando parece haber más variantes del SARS-CoV-2? Porque le estamos poniendo trabas a su transmisión.

La cosa era muy diferente al inicio de la pandemia. Todos éramos susceptibles al SARS-CoV-2, había gran escasez de equipos de protección para impedir los contagios y, además, desconocíamos las mejores medidas para prevenirlos. El resultado es que el virus prácticamente tenía vía libre para infectarnos y las variantes que fueran un poco más contagiosas tenían escasa ventaja sobre el resto.

Después de un año de pandemia, la situación ha cambiado. Mucha gente ya ha pasado la infección y posee anticuerpos frente al virus. Tenemos acceso a mascarillas y hemos aprendido que el virus se transmite por aerosoles, lo que permite evitar contagios con una buena ventilación. Por último, se ha iniciado un proceso de vacunación que en algunos países ya ha alcanzado a buena parte de la población.

En resumen, se lo estamos poniendo cada vez más difícil al virus. Y una consecuencia directa es que, bajo presión, las variantes más transmisibles tienen una ventaja frente al resto, pudiendo hacerse mayoritarias.

Más contagio no implica más letalidad

Hay varias formas por las que un virus puede mejorar su transmisión. Una de ellas es aumentar su capacidad de interacción con el receptor celular, la molécula que le permite su entrada en la célula. Otra, en poblaciones con abundancia de individuos que ya han pasado la infección, es evitando ser reconocido por los anticuerpos. La buena noticia es que la mayor capacidad de contagio no suele asociarse a aumentos de letalidad. Al virus no le interesa, porque si un individuo infectado muere pronto o desarrolla síntomas muy graves tendrá menos probabilidades de transmitirlo.

Las variantes del SARS-CoV-2 que más inquietud causan actualmente, debido a la rapidez con la que se están expandiendo, son la británica, la sudafricana y la brasileña, denominadas así por el lugar donde primero se detectaron. Según la nomenclatura más aceptada para la clasificación de las líneas del virus, esas variantes se corresponden con la B.1.1.7 (británica), B.1.351 (sudafricana) y P.1 (brasileña).

Cada una de estas líneas contiene un conjunto particular de mutaciones, algunas coincidentes. De ellas, las más preocupantes son las que se localizan en la proteína S o espícula, que es la que interacciona con el receptor celular y hacia la cual se dirige gran parte de la respuesta inmune. Desconocemos aún mucho sobre estas mutaciones, pero comenzamos a tener algunas pistas. Sin embargo, hay que tener en cuenta que las posibles ventajas de una variante viral no suelen deberse a una única mutación, sino a la combinación de varias.

¿Qué mutaciones contienen las nuevas variantes del SARS-CoV-2?

La mutación N501Y, que sustituye el aminoácido asparagina en la posición 501 de la espícula por una tirosina, es común a las tres variantes y produce un cambio de estructura en esta proteína que aumenta su capacidad de unión al receptor celular. Es como si afináramos una llave para que encajara mejor en su cerradura.

También en la espícula se ha identificado la mutación E484K, presente en las variantes brasileña y sudafricana. Todo apunta a que, además de favorecer la unión al receptor, podría hacer que el virus fuera peor neutralizado por los anticuerpos, aumentando así las reinfecciones o disminuyendo la eficacia de las vacunas.

El hallazgo de estas mutaciones en genomas virales aislados en distintos lugares del mundo, y que pertenecen a líneas evolutivas diferentes, es otro indicador de su posible ventaja sobre los virus que no las contienen.

Otra mutación interesante es la eliminación de los aminoácidos en posiciones 69 y 70 de la espícula. La mutación, que también fue detectada en virus aislados de infecciones masivas que tuvieron lugar en varias granjas de visones hace unos meses en Holanda y Dinamarca, demuestra cómo la propagación del virus en especies distintas de la humana puede favorecer la aparición de nuevas variantes más peligrosas para nosotros. En concreto, esta mutación parece actuar en sinergia con la N501Y, descrita anteriormente, aumentando aún más la afinidad por el receptor.

¿Es la variante británica más letal?

En estos últimos días se han generado dudas sobre si la variante británica es más letal en personas ancianas. La realidad es que cualquier variante más transmisible aumentará el número de muertos, no solo por el mayor número de infecciones, sino también por las mayores dificultades para tratar a los enfermos.

También hay gran preocupación sobre si la circulación de estas variantes afectará a la eficacia de las vacunas o a la frecuencia de reinfecciones, como se ha comentado en el caso de las variantes sudafricana y brasileña. Lo cierto es que la mayoría de los estudios sobre el efecto de los anticuerpos en estos virus se han realizado en ensayos in vitro, que no tienen en cuenta la compleja respuesta inmune que se genera en un organismo.

Si se llegara a confirmar la menor efectividad de las vacunas sobre estas variantes, no sería una debacle. Sencillamente, implicaría que las vacunas tendrían que ser actualizadas periódicamente en función de las cepas que estén en circulación en ese momento. Es algo habitual con el virus de la gripe, que incluso podría ser mucho más asumible con las nuevas vacunas de ARN. Una vez más asistimos a cómo la investigación científica es la mejor aliada para nuestra supervivencia.



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